RASSINIER Paul – El verdadero proceso Eichman
Paul Rassinier, considerado el fundador del revisionismo del holocausto, fue toda su vida un pacifista de izquierdas.
Su participación no violenta en la resistencia francesa contra la ocupación alemana y su abierta crítica al nazismo lo llevaron a ser detenido por la Gestapo en octubre de 1943 y deportado a los campos de concentración de Buchenwald y Dora.
Sus valores y amor por la verdad, sin embargo, lo instaron a, en contra de toda la opinión pública prefabricada y basándose en su propia experiencia como internado, negar rotundamente que tal plan de exterminio haya sido real. Aquel laureado resistente fue entonces proscripto, agredido y difamado, lo que no le impidió dedicar el resto de su vida a defender la verdad sobre la mitología de los campos de concentración, y en particular sobre las cámaras de gas.
El Proceso a Eichmann en Jerusalén de 1962 le sirve de base para continuar su monumental obra revisionista volcada en “La mentira de Ulises” y refutar todas las “pruebas” sobre el pretendido holocausto que allí se usaron.
Así es que logra que se reconozca que no hubo instalaciones para el exterminio en todo el territorio del antiguo Reich tanto como exponer la falsedad de los únicos testimonios “oficiales” alemanes sobre el holocausto, como las memorias de Hoess y el Documento Kurt Gerstein.
De modo que Rassinier logró un resultado que ningún historiador exterminacionista ha logrado rebatir con éxito.
Una vez más, prueba tras prueba del holocausto se demuestra falsa, hasta tal punto que las únicas respuestas que tienen contra el revisionismo histórico son la violencia y la prohibición, pues el debate es siempre insostenible para un mentiroso.
“La verdad sobre el proceso Eichmann o los incorregibles vencedores”, además, coloca el fenómeno de los campos de concentración en su contexto histórico, que es la guerra de 1939-45.
Este contexto es definido con una comparación entre lo que fue la materia de los trece procesos de Nuremberg – sin olvidar el catorceavo que se ha celebrado en Jerusalén – y el Tratado de Versalles, para poder poner la verdad histórica en su lugar.